Mucho me cuesta
hablar de mi, los periodistas no lo hacemos nunca, es más, hasta aquella frase
hecha ‘quien esto escribe’ para dar fe de la presencia del plumilla en un
suceso o acto público se erradicó hace mucho tiempo de las redacciones. El
periodista ha de ser invisible, un testigo nada mudo de lo que acontece al que dar una opinión no le está permitido. Al menos así lo dice la
deontología profesional, esa que se saltan aquellos que reciben o recibieron
abultados sobres del poder, en agradecimiento a la manipulación informativa que
llevaban, o llevan a cabo, desde unos medios que incumplen las más básicas
normas de ética profesional.
Mas muhas personas me piden que cuente mi historia, porque con frecuencia pido ayuda a través de Twiter y Facebook. Esa circunstancia me obliga a dar cuenta, aunque sea someramente, y con cierta
timidez, de mi biografía. Al menos de los acontecimientos que han marcado mi
vida en los últimos años y que me han abocado al actual marasmo de indigencia
en el que me encuentro.
Una colega me dijo
una vez ‘el día que naciste el tocólogo le dijo a tu madre: señora ha dado a
luz una periodista’. Sabía esa colega de la pasión por mi trabajo, que era mi
vida, mi razón de existir, después de haber pasado muchos años teniendo que
renunciar a su ejercicio por razones
familiares que me obligaron a perder innumerables trenes profesionales, aunque
nunca la pasión por el periodismo.
Hace veinte años,
después de estar dos o tres de redactora jefa en un medio local de la ciudad
donde residía, puesto que me costó, aparte de muchos berrinches, un millón de
las antiguas pesetas que me estafó el director del medio, entré, como
corresponsal, en el Diario La Verdad de Alicante.
Fueron años
gratificantes y duros, porque desde el primer momento me encontré con la
enemiga del alcalde de la ciudad en la que trabajaba. No era de la ciudad, no
era del PP, no se me había visto jamás en procesiones y actos religiosos, y
mucho menos en los mítines del partido de Gobierno. Además, tenía la fea
costumbre, nada aceptada por los mandamases, de dar prioridad a la
noticia antes que a los intereses del PP, antes
a los problemas de los ciudadanos que a los ‘eventos’ que organizaba el poder.
En suma, hacía periodismo en lugar de ser gacetillera del PP, como el alcalde -hoy en la cárcel por prevaricación y falsedad documental- estaba acostumbrado que hiciesen aquellos que trabajaban en los
medios locales, y que nunca se atrevieron dar cuenta de los problemas de una
urbe turística y una comarca marcadas por el urbanismo salvaje, las basuras éticas y de las otras, las mordidas, los contratos a amigos, los gastos de imposible justificación y tanto como sucedía y sucede por estas tierras del sur del País Valencià.
Las llamadas a la
redacción por parte del grupo de gobierno eran constantes, una verdadera
persecución, negando siempre todo cuanto reflejaban mis noticias, no importaba
que las declaraciones las hubiesen hecho desde la propia Generalitat , no bastaba que una fotografía diera fe de un desaguisado
urbanístico, de un atentado a la salud pública, o de cualquier asunto. Siempre
era ‘mentira’ lo que contaba ‘esa juntaletras’, como me
llamaba el entonces alcalde de Torrevieja, Pedro Ángel Hernández Mateo.
Fue mi osadía de
contar, ocho años antes de la sentencia, que el alcalde había cometido irregularidades
en la contrata de basuras. Aquello no me lo perdonó. Y como de nada le servía
sus continuas quejas a la dirección de La Verdad de Alicante, a cuyo frente
estaba una espléndida mujer y directora, Teresa Cobo, no descansó hasta
quitarme del medio.
Lo logró a través
de un acuerdo con un edil corrupto del PSOE, que se avino a complacer todos sus
requerimientos para burlar el pago de la indemnización a la que había sido
condenado por llamar corrupto al alcalde, antes de que la ley determinase que
lo era. Entonces tramaron el engaño.
Como el sueldo de
La Verdad no era alto, no tenía SS y se me había declarado una enfermedad que
requería cuidados médicos, acepté el ofrecimiento de los ¿socialistas? locales,
un puesto de Jefe de Prensa en el Grupo Municipal. Nunca lo hubiera hecho. El
puesto de trabajo no era sino una trampa para que abandonase el periódico.
A los quince días de entrar en el grupo municipal socialista, que era una casa de locos, a cuyo frente estaba un psicópata, empecé a sufrir moobing. El poder no podía sufrir que hiciera mi trabajo, de espaldas a los intereses del PP local y del Govern valencià. Así me convertí en una represaliada, era incómoda y había que silenciarme. Y lo hicieron.
A los quince días de entrar en el grupo municipal socialista, que era una casa de locos, a cuyo frente estaba un psicópata, empecé a sufrir moobing. El poder no podía sufrir que hiciera mi trabajo, de espaldas a los intereses del PP local y del Govern valencià. Así me convertí en una represaliada, era incómoda y había que silenciarme. Y lo hicieron.
A los trescientos
sesenta días de estar trabajando allí me despidieron, un tiempo que impedía que
accediese al paro. El despido, después de once meses de moobing, cayó sobre mí
como un mazazo. Caí en una grave depresión que me tuvo encerrada en mi casa
cerca de dos años. Apenas pisaba la calle para que mi perro pudiese hacer sus
necesidades. Cuando tenía que acudir al centro de la ciudad sufría crisis de
ansiedad que, en más de una ocasión, dieron con mis huesos en urgencias, porque
la sintomatología es muy similar a la de un infarto.
Al verme sin
trabajo, alejada de la prensa, convertida en un juguete roto –aquellos que me
recibían, me saludaban, me bailaban el agua cuando era la corresponsal del
segundo periódico más importante de la provincia, ni me miraban, ni se ponían
al teléfono, ni me recordaban-me había convertido en un ser invisible. Fue una conocida la que, al presentarse un día en mi casa, exclamado ‘¡no puedes seguir
así, con tu capacidad es un crimen que no escribas!’ quien me ayudó a remontar
el estado de inactividad en el que vivía. Me ayudó a abrir un blog, y que
asumiese la idea de que estoy obligada moralmente a escribir cada día, para
sacudir las conciencias de quienes quieran leerme, y volver a mi innata
rebeldía, la que impide que calle ante las injusticias, los abusos y los
latrocinios del sistema.
Recuperé la capacidad de escribir y analizar, pero no he superado una depresión que se agudiza cuando mucho imbécil me recuerda que 'yo me lo he buscado', que era 'un grano en el culo y que si quería trabajar y vivir bien tendría que haber sabido a quién arrimarme', o que 'tenía que elegir entre ser sumisa o pasar hambre y elegiste pasar hambre, ahora no te quejes'...
Recuperé la capacidad de escribir y analizar, pero no he superado una depresión que se agudiza cuando mucho imbécil me recuerda que 'yo me lo he buscado', que era 'un grano en el culo y que si quería trabajar y vivir bien tendría que haber sabido a quién arrimarme', o que 'tenía que elegir entre ser sumisa o pasar hambre y elegiste pasar hambre, ahora no te quejes'...
Soy una vieja
periodista que no sabe sino escribir, dar cuenta de cuanto sucede y expresar
mis opiniones. Con la decisión de que no me callen nunca. Pero la situación
económica, la imposibilidad de hacer frente a los recibos , luz y
teléfono acabarán por silenciarme.
Querida amiga,
ResponderEliminarMe solidarizo con tu situación. Creo que si escribieras un libro podrías salir adelante. Estoy dispuesto a ayudarte gratuitamente en el marketing si así lo desearas.
Leyendo tu vida, me he dado cuenta de que has sufrido bastante incomprensión, y leyendo tus artículos, me he dado cuenta de que tienes cierta obsesión con la ultraderecha y con la religión.
Para ser comprendida, podrías empezar por canalizar positivamente las energías que te quedan, se puede ser feliz con poco, o con nada. Antes de que se te vaga la vida, valora el vivir. Se puede, amiga.
Para que empieces a ser auténticamente feliz, librate de los sesgos obsesivos de la crítica a lo que no conoces, porque si conocieras lo que se dice en los púlpitos, como mencionas, verías que coincidís totalmente en el tema la corrupción de los políticos y de todos en general, y te sorprenderías de las obras de caridad de los que por ese dios que tu criticas muchos se abandonan totalmente para los demás.
Quiero decirte con todo esto, que tu malestar con la vida y los demás acabará en cuanto aceptes las cosas como son, y aprendas a transmitir confianza, paz y alegría. Nada de esto es palabrería. Es la única forma de vida que puede acabar con el capitalismo salvaje y el egoísmo imperante en este mundo.
Me encantaría poder ayudarte, pero es muy probable que tras este mensaje te hayas formado un prejuicio sobre mi y me hayas catalogado como non grato.
Decirte que no soy de derechas, pero si creo que Dios quiere que nos amemos y nos ayudemos.
Librate de las cadenas del rencor, y preparate para ser feliz (Mateo 25).
Te deseo lo mejor. Hasta siempre amiga.